lunes, 8 de septiembre de 2014

La tiranía de que la delgadez equivale al éxito

Hace tiempo que me di cuenta de que una persona con buen cuerpo tiene más papeletas para tener éxito que una persona con kilos de más. Ya desde el colegio se ven esos sesgos comparativos.

Todo el mundo quiere acercarse a la guapa, a la popular...que suele ir de la mano de la que tiene un cuerpo envidiable para las chicas y deseable para los chicos.

Y la publicidad retroalimenta esa idea. Con anuncios de modelos que nos hacen creer que viven en un cuento de hadas, con una vida social idílica, con éxito en el trabajo y en el amor.

He podido comprobar en mis propias carnes que las chicas que tenemos una talla superior a la que impera actualmente en la moda tenemos que demostrar que somos igual de capaces que el resto. Incluso hay cierto colectivo de gente que tiende a infravalorarnos, cuando es una idea totalmente peregrina el pensar que por estar gorda eres menos efectiva, menos trabajadora o peor persona.

No soy la única que se ha dado cuenta de esta problemática. Sin ir más lejos una diputada israelí, Rachel Adatto, ha dado un golpe en la mesa promoviendo una ley que impida a las modelos delgadas aparecer en anuncios...Las críticas no se han hecho esperar, aunque también reconocer haber contado con apoyos en el mundo de la moda.
De sus palabras en una entrevista rescato parte del contenido:

«Por desgracia, para los jóvenes estar delgado es sinónimo de éxito», asegura la médico-parlamentaria israelí. «Está comprobado que cuando ven a una modelo, ven a una persona que triunfa, que gusta y quieren imitarla».

Para conseguirlo, y demostrar que es un problema global, llevó al Parlamento el ejemplo de las Islas Fiyi. En este paraíso del océano Pacífico se realizó un estudio sociológico que demostró que a los pocos años de llegar la televisión al archipiélago, empezaron a cambiar los hábitos alimenticios de la juventud y aparecieron los primeros casos de anorexia.

Me parece deprimente tener que vivir en una sociedad que nos obliga a luchar contra la lacra de estar gorda, obligándonos en muchos momentos a demostrar o adquirir otras cualidades por las cuales podamos ser igual de valoradas.

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